jueves, 31 de enero de 2013

Lo que puede ser sencillo para ti, a mí me resulta complicado…



Despertar y reconocer otra vez, como todas las mañanas, que no puedo levantarme.
El hecho de empezar el día: ir a la ducha, trasladarme de la silla de ruedas a la silla de baño con éxito, haciendo movimientos milimétricos y esperar Dios mediante no terminar en el suelo, es complicadísimo. Pero coger el frasco de shampoo y echármelo en el pelo, coger el jabón y deslizarlo por todo el cuerpo y terminar de jabonarme con éxito es más que complicado, es imposible. Suelo tener dos jabones en la ducha porque a menudo se me resbalan de las manos. Si mi lesión medular fuera dos vértebras más abajo, eso no sucediera.
Pero no lo es.
Suelo ir a la ducha con el teléfono por si termino en el suelo del baño, un movimiento erróneo o un resbalón y estaría perdido. Con el teléfono podría llamar a alguna persona para que acuda auxiliarme. Llevo viviendo un mes solo y —gracias a Dios, que no sé cómo ni por qué no me ha abandonado— no he tenido la necesidad de hacer uso del teléfono.
Espero nunca usar el teléfono. ¿Cuánto tardaría la primera persona que se me ocurra llamar en llegar a auxiliarme? Calculo que una hora y sólo si es que está disponible; si no, la espera se prolongaría quien sabe por cuánto tiempo.
Al término de la ducha de rigor, tengo que secarme bien todo el cuerpo porque si dejo partes con jabón, es decir resbalosas, para mí es fatal.
En fin…, este ritual de limpieza dura aproximadamente entre ochenta a noventa minutos. Qué joda que resulta hacer esto, deberíamos pasarnos sólo la lengua como los gatos y listo.
Lo que tú haces en un tiempo determinado yo tengo que usar, por lo menos, tres veces más de ese tiempo.

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