jueves, 1 de agosto de 2013

Llego el día y la hora


Después de un viaje muy agotador (las sillas de diario se las habían llevado en el otro avión y no teníamos como bajar y, en consecuencia, perdimos el  bendito vuelo; así que nos hicieron esperar tres horas más) llegamos a una ciudad llena de  árboles y cubierta por una especie de manto verde que eran los manglares. Treinta grados de temperatura y ascendiendo. Sí, señor, ya estamos en Medallo (Medellín, Colombia). Llegó la hora de almorzar, luego descansaríamos unas horas y por la noche nos darían la bienvenida en el lobby del hotel, todos juntos y revueltos. Por la noche, al finalizar la ceremonia de bienvenida nos indicaron que teníamos que pasar por los exámenes médicos para nuestras clasificaciones. Dos horas después, los nervios se habían apoderado de toda la delegación y comenzamos a especular y a hacer esas odiosas comparaciones con los otros jugadores de los otros equipos.
Al día siguiente, a las ocho treinta, después de tomar el desayuno con garepas insalubres (extrañé mi pan francés bien peruano, carajo) ya estaba listo para guerra. Me vestí con todos los accesorios hasta me senté en mi silla de quad rugby. ¡A realizar los exámenes médicos! Sube, baja, jala, haz fuerza, rueda, gira, etc. Ya tenían mi clasificación casi lista (2.0) era cuestión de verme jugar por la tarde y confirmar si era cierto que no podía hacer los movimiento que me pidieron durante el examen.
Llegó la hora pactada para el primer partido. Mi obsesión por la puntualidad me estaba desconcentrado, dos compañeros todavía no habían terminado de alistarse. Procuré no desesperarme y entre a la cancha para calentar: estiramiento, giros con la silla, pique, frenadas y todo lo que se  me ocurría con tal de olvidar que en los vestidores aún habían dos demorándose. La chicharra sonó e inició el primer partido oficial de quad rugby; por fin se hacía realidad mi sueño, tuve que esperar ocho años para esto. Los primeros ocho minutos estuve en la banca (qué cólera, qué bronca, yo estuve listo primero que todos y a la hora de la hora me banquean). Tocaba esperar nomás. 
Se escuchaban gritos de los jugadores tanto de los que estaban en la cancha como los suplentes, como yo. Se oían también las indicaciones de los técnicos. El primer tiempo terminó a favor de nosotros por una diferencia de cuatro anotaciones. Mientras el entrenador daba indicaciones para los siguiente ocho minutos yo movía mi silla alrededor de todos sin perder la concentración y esperando la orden de mi ingreso. Volvió a sonar la chicharra y el profesor dijo: ¡Vamos, muchachos! ¡Sí podemos! Mi cara se fue transformando, comencé a enfurecerme al ver que no me tomaba en cuenta. Luego el profesor volteó a verme, me cogió del hombro y me dijo Erik, entras tú. Estás encargado de hacer los saques y marcar al más rápido. Mi rostro no cambió, seguía igual de enfurecido, le demostraría que yo tenía que ser titular. Entré a la cancha no sin antes encomendarme al vago, al zambo y a mi amorcito. Ya estaba dentro del terreno de juego. Todos los saques eran míos, la silla la chocaba con toda mi fuerza, tenía que hacer sentir mi presencia. Con tanto choque tuvieron que cambiar mi llanta dos veces al terminar los ochos minutos. El equipo rival sólo anotó cuatro veces, nosotros diez. Mientras el profe daba las indicaciones, yo tomaba agua y me la rociaba un poco por la cara (qué calor, carajo). La chicharra sonó de nuevo. Mire al profesor de reojo, la idea de que no jugaría los siguiente ochos minutos me agobiaba. Cuando se disponían a entrar en la cancha, esperaba que el profe me cambiara por otro; pero al verme volvió a cogerme del hombro y me preguntó si podía continuar, yo con la seriedad del caso, desde luego, le dije que sí, y por dentro estallaba de felicidad. Jugué casi todo el resto del partido y nos llevamos la  victoria del primer partido de la selección Peruana de quad rugby en silla de ruedas, en Medellín.
Y esto recién comienza, dará que habar. Daremos todo de nosotros, no nos dejaremos vencer, no, señor. Nos estamos preparando para el  Sudamericano de noviembre. Ah..., quiero aclarar que me quedó un sinsabor con el equipo de Bogotá, ellos nos ganaron por un marcador largo pero sus años de experiencia pesaron, nosotros no cumplimos ni siquiera un año en esto. Pero la venganza en el deporte es dulce y se come de a pocos.
Erik

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