¿Cómo hacerlo? Es
inevitable, imposible. He perdido la guerra frente a tu dulzura. Cuando
sonríes y me miras me siento derrotado. Me rindo ante tus ojos encantadores. Tu
suave mirada me hipnotiza, tu sonrisa sincera y espontánea ablanda mi rostro y dejo a un lado ese ceño fruncido
que comúnmente me caracteriza.
Tengo que reconocerlo:
soy tu prisionero de guerra. Y soy el prisionero de guerra más feliz del mundo
y no quiero salir de este cautiverio ridículamente hermoso. Por favor, permíteme
vivir el reto de mi vida en esta prisión que es tu mirada.
Tus ojos achinados, de
color negro. Tus ojos intensos me hacen decir sí a todo, sin reparo, sin un “pero”.
Por favor no me pidas que me quite la vida porque soy capaz de hacerlo, sólo
por complacerte, querida.
Cuando estoy a tu lado
olvido todo lo demás, pierdo la noción del tiempo y es que quizá el tiempo
mismo se detiene el instante en que yo me quedo observando atónito tu dulce
piel color canela.
¡Cómo poder disimular lo que siento! Quiero gritarlo a los cuatro vientos (qué cuatro, a los seis vientos, a todos los vientos), quiero pintar toda la Vía Expresa de Javier Prado y en El Paseo de la Republica estas palabras: “TE AMO, ME TIENES LOQUITO”. Escribir también en los paneles publicitarios de las carreteras del Perú para que todo el mundo este enterado de lo que siento por ti. Sé que eres reservada con estas cosas, pero lo bonito de la vida debería ser difundido.
Perdí la guerra que le declare a mi corazón de no meterse en las cosas del amor. Tú me derrotaste y en vez de matarme, me capturaste. Y yo ahora sólo quiero vivir aquí, en tu corazón, toda la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario