viernes, 12 de octubre de 2012

Pa lante...


Detrás para delante, pa lante, pa lante, chico, pa lante y no pares. El día no fue propicio para arrancarme una sonrisa, el cielo me pareció más gris que nunca. ¿Lloverá? Comienza a caer la noche en esta Lima indescifrable. Los primeros faroles se encienden. Sigo pa lante, con la mano todavía adormecida de haber tenido sujeta la raqueta con una cinta adhesiva durante cuatro horas seguidas. Así es el tenis para mí. Así tengo que jugar de lo contrario se me caería la raqueta. El tráfico aumenta, es hora punta. Concierto de claxon en todas las avenidas. Tengo que estar atento, no quiero ser parte de la estadísticas de los atropellados en esta ciudad confusa y desordenada. Avanzo por toda la ciclo vía de la avenida Salaverry. Me detengo en el primer semáforo entre los ministerios de Trabajo y Salud que, por cierto, es lo que menos tenemos o, más bien, en lo que peor estamos. Luz verde. Cruzo la pista mirando a todos lados, no se me vaya a cruzar una combi asesina y adiós. Felizmente cada vez siento más la calentura del cuerpo, así ya no me hace sentir frío, aunque el viento y la humedad acarician mi cara y algunas gotas se precipitan del cielo. No se anima a llover del todo. De pronto pierdo la concentración en la ciclo vía dejando volar mis sueños: me encuentro en el Dibós jugando rugby, anotando miles de puntos. En una fracción de segundo estoy nuevamente en la ciclo vía, la rueda delantera de mi silla se encontró con una pequeña e insignificante piedra, casi del tamaño de un grano de maíz, que amenazaba con hacerme perder el equilibrio. Ahora sé dónde estoy: en la ciclo vía, literalmente. Pero sé dónde estaré: en el Dibós jugando rugby. Muy pronto, ya verán. Vamos pa lante, pa lante...

E.

No hay comentarios:

Publicar un comentario